domingo, 29 de noviembre de 2020

 

LIBERTAD.


En vista de todo lo explicado anteriormente, podemos llegar a pensar si somos libres para tomar decisiones o por el contrario, no lo somos. Evidentemente, visto el planteamiento anterior, la libre toma de decisiones se hace bastante difícil, además, podemos ver lo que está ocurriendo en la actualidad.


Hace algunos años, la universidad de Stanford, una universidad privada estadounidense, ubicada en Stanford, California, a unos 56 km al sureste de San Francisco, célebre por la calidad de su enseñanza, por su riqueza y su proximidad a Silicon Valley, cuna de algunas de las más importantes empresas de tecnología punta, tiene un curioso e importante laboratorio que recibe cada año una extraordinaria financiación.


Este laboratorio creado en 1997, es el Stanford Persuasive Tech Lab (Laboratorio de Tecnología Persuasiva), un término que acuñó BJ Fogg mientras realizaba un trabajo de posgrado en la Universidad de Stanford en la década de 1990. En este laboratorio, brillantes investigadores trabajan para ver cómo usar las páginas web y las aplicaciones de los móviles que nosotros utilizamos, para manipular lo que pensamos y lo que hacemos.


Intentar persuadir a los demás, es tan viejo como el mundo pero, los dispositivos digitales y el enorme volumen de información personal acumulado acerca de nosotros, a partir de nuestra actividad on line, crean una nueva vía para la manipulación de nuestros pensamientos, de nuestras decisiones y por lo tanto de nuestras acciones, aprovechando las vulnerabilidades de la mente y maximizar el efecto adictivo detectadas por la economía del comportamiento, la psicología y la neurociencia.


Los ejemplos son abundantes, en la escala social: intentos para manipular elecciones, la proliferación de noticias falsas, el agrandamiento de todas grietas sociales.

En la órbita personal, padres que no atienden de forma correcta a sus hijos, hijos que se “desconectan” de sus padres, ambos abstraídos en la red. Reuniones familiares en las que cada uno está más pendiente de lo que ocurre en su pantalla que lo que pasa a su alrededor. Y una dificultad cada vez mayor para concentrarnos y utilizar más nuestra mente lógica, racional, analítica y para demostrar nuestro afecto, nuestra empatía, nuestro apoyo y nuestro amor hacia los nuestros.


Todo esto se inició bajo el concepto de que todo lo de internet tenía que ser gratuito, sin cobrarles a los usuarios. Entonces, lo primero que hicieron fue, poner publicidad y empezar a cobrar a los anunciantes. Después vino empezar a recopilar todos los datos personales para segmentar los mensajes que nos dan a cada uno; es decir mensajes personalizados, aquellos que tu quieres oír y que fomentan la toma de decisiones automáticas.

Finalmente, para aumentar sus ganancias, cada compañía necesitó que pasáramos más y más tiempo enganchados a su plataforma. Así empezó el hackeo de nuestra mente.

Cuando el producto que las empresas venden atrae tu atención, todos compiten contra todos, Facebook compite contra otra red social, Instagram, Youbube, Twitter, etc y éstas contra todos.

Cada segundo, que no estás ahí, hipnotizado, es tiempo que ellos no pueden vender sus anuncios.

Por eso, utilizan notificaciones visuales, sonoras y todo tipo de trucos para distraerte de cualquier cosa que estés haciendo, incluso cuando estás utilizando las demás plataformas.

El fundador de Netflix, Inc. Reed Hastings, declaró que su mayor enemigo es el sueño.Su meta es que durmamos menos para que pasemos más tiempo mirando series.

 Vender productos que no nos hacen bien, tampoco es nuevo; pero al menos, los dueños de las tabacaleras actuaban a la defensiva. El fundador de Netflix, Inc. No tiene ningún reparo para decirnos a la cara que, su compañía está dispuesta a inducirnos hábitos totalmente contrarios a nuestra salud, con tal de ganar más dinero.

Cuando vamos a comprar un producto, tenemos cierta desconfianza. Por ejemplo, al comprar unos zapatos nos preguntamos si serán cómodos, si tendrán buena calidad, si pagaré un precio razonable… pero, cuando el producto es gratis, bajamos la guardia. (Si, ya se que Netflix no es gratis). Si el producto es gratis, tendríamos que desconfiar mucho más aún.

¿Por qué querría una gran empresa multinacional, incurrir en los enormes costos que implica desarrollar toda una red social, una plataforma de videos, un sistema de correo electrónico, para que lo usemos gratis?. Nada es gratis en el mundo de las empresas.

El deseo de encontrar a alguien a quien amar o que nos ame, nos deja en una posición especialmente vulnerable. La secretaría de Defensa del Consumidor de EE.UU, en Octubre del 2019, demandó a la mayor empresa mundial de citas, acusándolos de aprovecharse de la desesperación de quienes no pudiendo encontrar pareja, fueran contactados por perfiles falsos, invitándoles a pagar para entrar en contacto con estas personas inexistentes, que después jamás devolverán sus mensajes.

Todo vale para retener a los usuarios y quedarse con su dinero.

La recomendación Mundial de la Salud para los menores de DOS años es que no pasen ni un segundo delante de una pantalla, pero la realidad es bien distinta. El promedio para niños de dos años es de dos horas y media al día y un tercio de bebés utiliza pantallas antes de caminar.

En esta etapa tan crucial para el desarrollo del sistema nervioso y de la psiquis, el “chupete electrónico” es un tentador escape para los padres y reemplaza al contacto físico, el uso de la palabra y los juegos de crianza. Muchos padres, incluso se enorgullecen de la habilidad de sus bebés para manejar los dispositivos. No ven las experiencias y aprendizajes sociales, la adquisición del lenguaje, el refuerzo de la atención y el desarrollo socio-emocional que sus bebés se pierden.

El mayor peligro es la despreocupación de los adultos hacia sus propios hijos.


 

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