jueves, 24 de junio de 2021

 

TODICEA.

 

Durante milenios el ser humano ha intentado resolver el inevitable dilema conocido bajo el nombre de “Teodicea”, es decir cómo justificar el comportamiento de Dios en cuanto a la presencia del mal en Su creación. ¿Cómo puede existir un Dios Creador junto con el mal o el sufrimiento en el mundo?

 

Muchas religiones, especialmente la cristiana, han intentado en vano justificar el mal en aras del máximo valor que Dios ha dado a los hombres: La Libertad. El Mal es el resultado de las acciones del hombre. Sin embargo, esto planteaba otro problema, ¿Por qué los más inocentes, los niños, son a menudo víctimas del mal sin la intervención del hombre?

 

La mayoría de las religiones, en su distorsionada visión de la realidad, justificaban esa contradicción argumentando su causa en los pecados de los padres e incluso algunas se atrevieron a justificarlo con un obsceno y aberrante invento llamado “Pecado original”, el sufrimiento es la consecuencia de un pecado cometido por la primera pareja de seres humanos, Adán y Eva. Cualquier absurdo para justificar la existencia de Dios.

 

Ésta disparatada argumentación nos llevaba automáticamente a otra derivada: La injusticia y crueldad de un dios vengativo que condenaba a toda la humanidad por un acto de la cual no era responsable. Es como si tu “retatarabuelo” hubiera cometido un delito y lo pagara tu nieto. Absurdo.

 

En última instancia, siempre existe un comodín en la manga de los tahúres: El argumento final ante la incomprensión se zanja con el “Misterio de los designios de Dios” y la “Fe”. El ser humano no tiene capacidad para analizar en profundidad y comprender el “pensamiento” de Dios. Punto final.

 

Es más, como el problema del mal y el sufrimiento en el mundo, es un problema insoluble, inevitable e injustificable, los encantadores de rebaños cristianos acabaron por manifestar que la máxima perfección se alcanzaba precisamente mediante el sufrimiento, justificando esa idea con la crucifixión de Cristo.

 

Esta idea del “perfeccionamiento a través del sufrimiento” no es ajena a las demás creencias religiosas, no olvidemos los sacrificios humanos, las auto laceraciones, la inmolación, la clausura, la renuncia, el propio sacrificio y las penurias para alcanzar las metas en cualquier y cada una de las religiones habidas y por haber.

 

El resultado de toda esta incoherencia y malas interpretaciones se deriva inevitablemente hacia el ateísmo o en el pragmatismo cuyo pensamiento, por mucho que digan las malas lenguas interesadas, no desemboca en un caos social, en una anarquía sin normas éticas, en el fracaso moral, la ignorancia, y la falta de respeto, sino en todo lo contrario, ser pragmático, es no necesitar un intermediario para amar al prójimo.

 

En ningún momento el ateo o pragmático abandona sus deberes hacia los demás, su formación humanista, su ética y su responsabilidad social y debe ser celebrado como nada menos que un importante avance de la civilización, alejado de los incontables actos de violencia que en el nombre de Dios ha ocasionado y sigue ocasionando a lo largo de la historia.

 


 

 

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