En este tiempo de
clausura casi obligada por circunstancias de supervivencia, se ha
acentuado en mi el amor por la música. La música siempre ha estado
en nuestras vidas, con ella desarrollamos emociones para ayudarnos a
navegar por mundos peligrosos (miedo) y situaciones personales. De
alguna manera, los tonos y ritmos de la composición musical activan
áreas cerebrales correlacionadas con nuestras emociones.
¿De dónde viene
nuestro amor por la música? ¿Cómo y por qué nuestros antepasados
la descubrieron? ¿Por qué algo tan abstracto como la música
provoca emociones tan consistentes?
Imagino que su
descubrimiento pudiera darse de una forma fortuita, bajo el ritmo de
la lluvia o el murmullo del agua entre las piedras de los ríos o tal
vez nos ayudaron los pájaros con sus cantos o simplemente es muy
posible que nuestro amor por la música fuera sencillamente un
accidente.
Los estudios han
demostrado que cuando escuchamos música, nuestro cerebro libera
dopamina, lo que a su vez nos hace felices. La liberación de
dopamina es más fuerte cuando una pieza musical alcanza un pico
emocional y el oyente siente "escalofríos", la sensación
escalofriante de excitación y asombro.
Eso puede explicar
por qué nos gusta la música. Por lo general, nuestro cerebro libera
dopamina durante el comportamiento que es esencial para la
supervivencia (sexo o alimentación). Esto tiene sentido: es una
adaptación que nos anima a realizar más de estos comportamientos.
Pero la música no es esencial de la misma manera ya que, si la
música utiliza el mismo sistema [de recompensa], no es
biológicamente necesario para la supervivencia.
Otra posibilidad es
que es una función de nuestro amor por los patrones. La música es
un patrón. Mientras escuchamos, anticipamos constantemente qué
melodías, armonías y ritmos pueden venir a continuación. Entonces,
si escucho una progresión de acordes, un acorde de uno, un acorde de
cuatro y un acorde de cinco, probablemente sepa que el siguiente
acorde será otro acorde de uno, porque eso es una predicción.
Es por eso que
normalmente no nos gustan los estilos de música con los que no
estamos familiarizados. Cuando no estamos familiarizados con un
estilo de música, no tenemos una base para predecir sus patrones,
como el jazz, un estilo musical al que muchos desconocidos tienen
problemas para aferrarse. Cuando no podemos predecir patrones
musicales, nos aburrimos.
Cuando escuchamos
una pieza musical, su ritmo se adhiere a nosotros en un proceso
llamado arrastre. Si la música es de ritmo rápido, nuestros latidos
y patrones de respiración se acelerarán para igualar el ritmo. Por
ejemplo, la utilización de este proceso como técnica alternativa
para mantener un nivel óptimo de sedación y reducción de la
respuesta fisiológica al estrés, puede producir una disminución
del uso de sedantes y mejorar la recuperación de pacientes
ingresados en las Unidades de Cuidados intensivos (UCI) que experimentan
ansiedad y estrés, influyendo positivamente en su recuperación.
Esa es la razón por
la cual cierta música y ciertos ritmos, también están relacionados
con los procesos y mecanismos de la meditación. Pero, toda moneda
tiene dos caras.
Cierta música con
ciertos ritmos y frecuencias bloquean y abren algunas funciones en
nuestra mente que no podemos controlar de forma consciente, hay un
vínculo existente entre la música y los estados llamados de trance;
algunas veces incluso, sin llegar a un completo trance, se llega a
tener una experiencia nada agradable e incluso preocupante para el
neófito practicante. Recordad siempre que, la mente no está
acostumbrada a ser dirigida, va a su bola, tal vez por un arcaico
proceso de mera supervivencia, por la ley del mínimo esfuerzo o por
puro hábito, siempre quiere dominar.
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